sábado, 7 de marzo de 2009

Gran Torino

Valoración: Excelente

Por si no hubiera quedado suficientemente claro que los Oscar de este año han sido una infamia abominable, aparece Clint Eastwood para demostrar que Danny Boyle está tan sobrevalorado como Gran Torino subestimada. ¿Queréis películas de denuncia social que además sean auténticas obras de arte de la gran pantalla? Aquí está Eastwood para demostrar que con él todo es posible.

Lejos de la basura que ha significado Slumdog Millionaire en términos cinematográficos, el inolvidable Harry el Sucio ha decidido volver a alegrarnos el día con una nueva maravilla que rezuma talento por los cuatro costados, una película que bien podría catalogarse como un pequeño resumen de los principales gustos de este gran clásico del cine moderno.

Eastwood no sólo logra crear un personaje que eleva la amargura a la categoría de arte, superando incluso a Jack Nicholson en Mejor Imposible, sino que narra con todo tipo de detalles una intensa historia acerca del miedo a lo desconocido, la violencia, la xenofobia y, sobre todo, la bondad de un hombre que vive atormentado por su pasado bélico. Para ello no necesita recurrir al efectismo (como Boyle) sino que se sumerge en su gran capacidad narrativa, en un relato en el que no hay rellenos ni atrezos, ya que todo tiene su lugar en una impecable historia que no sólo hará disfrutar a los incondicionales de este Sargento de Hierro, al tratarse de una película de obligado visionado tanto por su contribución artística como por el gran calado de su mensaje.

Pero no nos equivoquemos, porque el gran Eastwood no trata de dar lecciones a nadie, huyendo de ese exceso de moralina que nos suele hacer aborrecer ciertos productos hollywoodienses. Este excepcional cineasta se limita a mostrar la realidad de un mundo en el que pocas personas se atreven a hacer lo correcto y, una vez terminado, deja que el espectador medite y obtenga sus propias conclusiones.

¿Qué más puedo decir? Clint Eastwood vuelve a demostrar lo que significa cine en estado puro. Mejor será que el ganador del Oscar a mejor director de este año no vea Gran Torino; posiblemente se pegue llorando varios meses al comprender que él nunca será capaz de realizar cine de verdad.

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